EL GATO COMPOTA
El Gato Compota se llama así porque así lo llamaron cuando un día, siendo todavía un gatito pequeño de pocos meses, metió su curiosa cabecita en una olla de compota de manzana que había preparado Manuela, la madre de Álvaro y Paula. A la cabecita le siguió el resto del cuerpo que hizo «plof» y sólo dejó fuera la punta de la cola. José Miguel, el padre de Paula y Álvaro, lo sacó de la olla y Compota maulló de tal forma, que encantó a toda la familia y nadie quiso reñirle. Ni siquiera Manuela pudo resistirse a los encantos del gato Compota, y eso que había pelado las manzanas, les había quitado las semillas, las había echado a cocer en la olla con agua y azucar y todo lo que había sacado de ella era un gatito cubierto de compota desde las patas traseras a las puntas de las orejas. «Menos mal, que la compota ya estaba fría» – Dijo José Miguel. «Menos mal, que hay flanes en la nevera para el postre de esta noche» – Dijo Manuela. «Menos mal, que la olla no es muy honda» – Dijo Paula, la hija mayor. «Menos mal, que la compota es tan dulce» – Dijo Álvaro, el hijo pequeño. «Miau» – Maulló el gato Compota, que no sabía que así se llamaría a partir aquella travesura.