Salir a la calle libremente, pasear sin que nadie pregunte qué o quién orienta nuestros pasos. Detenernos en el momento que deseemos para mirar cómo pasean otros que, igual también se detienen a mirar cómo paseamos nosotros. Afortunadamente, lo habitual es que cada uno elija su propio momento para pararse.
«Fumar mata. Qué caprichosas formas adopta el humo. Me gusta, sobre todo, dejar que el cigarrillo se consuma, al igual que se consume una tarde de domingo: sin que uno se de cuenta, se te escapa entre los dedos. Aspiro el hastío hasta la colilla».
Y dijo El Señor: «hagan juego». Y así seguimos, jugando desde entonces.
Dicen que, en Madrid, un alto porcentaje de personas utiliza el coche particular como medio de transporte en detrimento del transporte público. Dicen que la causa de la contaminación urbana debe buscarse en el transporte rodado. También dicen que viajar en transporte público supone el doble de tiempo en los desplazamientos si lo comparamos con el vehículo propio. Dicen que, en el día sin coches, no es necesario cortar el tráfico porque esto causaría atascos innecesarios. Dicen que el uso del transporte público comporta sufrir, en verano, calor sofocante, averías y paradas de las que nadie da razones y reducción de la frecuencia de paso; en invierno, calor sofocante, averías y paradas de las que nadie da razones y huelgas. Dicen los anuncios de coches particulares que en el coche particular uno puede disfrutar de radio con mp3, aire acondicionado, seis velocidades, ordenador a bordo, callejero interactivo, dvd y un aroma a plástico nuevo durante más de un año. Dicen que la gasolina es cara, pero también dicen que el tiempo es precioso y que, si a nuestras jornadas laborales añadimos de una a dos horas en desplazamientos al lugar de trabajo, nos quedan una media de tres a cuatro horas para disfrutar en casa si durmiéramos lo que dicen que deberíamos dormir para poder ir a trabajar descansados. Dicen que mucha gente completa la falta de sueño durante sus desplazamientos en el transporte público que nos dicen que tenemos que utilizar. Dicen no se qué de que «te llevamos por dentro». Yo, también les deseo lo mismo cuando duermo en el metro.
El payaso, una vez terminada su actuación en la que el número estrella era un pequeño pez amphiprion ocellaris«, se detuvo en la penumbra de un rincón de la carpa y, con gesto frío, lo cogió con la mano hábil en el trabajo de atrapar un animal tan resbaladizo. Se incorporó y alzando el brazo, lo sostuvo observando como intentaba escapar aleteando y boqueando, hasta su último suspiro. Después, lo arrojó a la arena y lo enterró descuidadamente con su zapatón. «Lo siento pez» -murmuró – «me estabas sacando de foco».
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.
(Pablo Neruda, Veinte Poemas de amor y una canción desesperada)
«¿Dónde esconderá el sabio una hoja? En el bosque. Y si no hay bosque, fabricará uno. Y si se trata de esconder una hoja marchita, fabricará un bosque marchito.»
(Gilbert Keith Chesterton)
Oh mujer carne y sueño ven a encontrarme un poco,
ven a vaciar tus copas de sol en mi camino:
que en mi barco amarillo tiemblen tus senos locos
y ebrios de juventud, que es el más bello vino.
Es bello porque nosotros lo bebemos
en estos temblorosos vasos de nuestro ser
que no nos niegan el goce para que lo gocemos.
Bebamos. Nunca dejemos de beber.
«Ivrese», Pablo Neruda (y la érotica del vino)
En el cielo debían tener mucho tiempo libre, por eso se rebelaron unos cuantos ángeles (luego llamados demonios o diablos). Cuando tienes tiempo libre, puedes pararte a reflexionar y, en el caso de un ángel, puedes sentarte en una nube, apoyar tu mano sobre la mejilla y pensar sobre tu eterna situación actual. Y plantearte la posibilidad de cambiarla. Bueno, yo creo que si esos ángeles hubieran tenido que ir a currar ocho horas al día, hacer las labores cotidianas como ir al super, lavar y planchar la ropa, ir al banco, leer la correspondencia -buscando una carta familiar o al menos amistosa entre varios estractos bancarios-, dar de comer al gato o al niño o las dos cosas, preparar algo para cenar, ver un partido de fútbol o el capítulo decisivo de CSI-Parla, echar un polvo, echar un cigarro o echar la basura… En fin, esos ángeles no se hubieran rebelado. Así que, después de la fallida rebelión, Dios dijo: «No es bueno que el hombre tenga tiempo libre», y creó la jornada partida, por lo menos en España, que ya se sabe que es más católica, apostólica y romana que ninguna y que aquí se vive como Dios (quiere).