Hola a toda la basca del hormiguero bloguero. Soy ANTC/DC y voy a aparecer en este blog periódicamente protagonizando mi menda mi propia serie de monigotes. Compartirán conmigo el estrellato heavy de DILLY DALLY otras historias de las que ya habéis podido ver algunas viñetas que no son tan «destroy que te cagas como yo», pero no están mal del todo, tíos. La Mari, Paranoides en el Aire, Royal Thali, La Inercia de lo Inerte y alguna otra parida del Fran, que el tipo es más inconstante quel peinado de Jon Bon Jovi y tiene que estar dando saltos de un rollo a otro. Además de los curreles (que de algún sitio hay que sacar para las litronas), se metió en esto de los blog y en qué hora, macho. Cuando se pone transcendente es peor que un injerto entre Fernando Sánchez Dragó y Eduardo Punset, tío. En fin, todos esos mendas me caen bien, de verdad. Pero a mí lo que me mola de verdad es subirme al ampli y darle caña, yeah. No os olvidéis de echarle un vistazo a los temas, colegas. Por si al Fran le da por ir actualizando sus historias y paranoias. Y como decía Rosendo: «Voy a ser un chico inteligente y ya no me la van a dar nunca más. Voy a ser un poco impertinente y a caer un poco mal sin faltar. Voy a ser el enemigo disparando pan de higo ojo no te vaya a dar. Viviré como desplante apretando y to p’alante no se me podrá aguantar» (Pan de Higo).
Poco antes de aterrizar en el aeropuerto Indira Gandhi, sobrevolamos una guirnalda zigzagueante de brillantes luces que agujerean la noche. Unimos mentalmente los puntos tratando de encontrar una forma familiar, imaginando algún mensaje de bienvenida, como si India nos estuviera esperando allá abajo.
Noviembre de 2005. Nieves y yo volamos a Delhi vía Milán. El vuelo es de ocho horas. Tenemos tele con varias películas, videojuegos y música para el perfecto aburrimiento. Nuestro viaje coincide con la fiesta de Diwali, que es lo más parecido a la Navidad occidental. Es el festival de la luz, que celebra el regreso de Rama, la séptima encarnación de Vishnu, de la selva. Son cinco días de fiesta, en los que hay fuegos artificiales, comida y desfiles en las calles. Muchas de las personas que viajan en el avión son hindúes que vuelven a casa para participar en estas celebraciones, compartir ritos y reafirmar su fe de manera colectiva. Al lado de Nieves viaja un hindú que trabaja en una empresa informática londinense. Lleva una agenda electrónica. Cuando nos quedan un par de horas para llegar a Delhi, nos enseña la imagen que tiene como fondo de pantalla. «Es mi gurú«- Nos dice. Él va a Delhi a celebrar Diwali y a encontrarse con su maestro. Nos pregunta si tenemos un sacerdote y -«¿Cuál es vuestra religión?» Cuando le contestamos que ninguna se queda muy asombrado. Nos da la impresión de que no puede concebir que alguien no tenga algún dios. Parece que es una respuesta inconveniente que excita la ya de por sí intensa curiosidad de los habitantes de India. Él intenta convencernos de que es necesario tener fe, cuando para nosotros, la fe ha dejado de ser una necesidad.
El «Royal Thali» es un plato combinado hindú que se sirve en una bandeja de latón y en la que se colocan diferentes variedades de currys, arroces y pan, así como un lassi (batido de yogurt natural, agua y azucar) y algún dulce de leche recubierto con pan de oro. Su aroma es el de toda la India, igual que podríamos decir que la misma India está hecha de aromas a los que se rinden nuestros sentidos desde el primer instante en que pisamos este país. Un olor entre agridulce y picante que prologa las sensaciones e impresiones indelebles que dejará en nosotros India.
Viajar a India supone, para los europeos, sumergirse en una cultura muy diferente a la nuestra. Por mi parte, como buen hipocondríaco, no sólo me vacuné junto a mi compañera contra todas las enfermedades, sino que en muchos momentos el temor a lo desconocido me impidió disfrutar plenamente de un viaje a uno de los países más asombrosos de la Tierra. Sólo cuando uno se deja llevar, teniendo las mínimas precauciones que por otra parte son aplicables en cualquier viaje y para cualquier viajero, se intuye siquiera qué es India.
Dos consejos para aquellos a los que les interese viajar a India antes de empezar mi narración o diario a posteriori de un viaje (si alguno ya ha estado allí, sabrá de lo que estoy hablando):
1. No digas a un hindú que no tienes fe en nada.
2. No tengas fe en tu estómago y evita beber agua que no sea embotellada y precintada.
Un análisis racional de la fuga es casi tan complejo como desentrañar las emociones que provoca la música en cada uno de nosotros. Lo mejor de la música es que todos podemos disfrutar de ella en diferentes planos. Muchos nos quedamos en el emocional. Otros, más analíticos y con el adiestramiento del que carecemos el resto, tienen la capacidad de diseccionar cada pedacito de partitura. Lo ideal sería, en mi opinión, saber al menos orientarse en esa audición más profunda. Ocurre lo mismo con la pintura. Podemos ver, por ejemplo, una puesta de sol al oleo y emocionarnos al recordar algún momento de nuestra propia vida asociado a ese momento del día y también podemos ir un poco más allá escrutando el uso del color, de la forma y de la composición. De esta manera, nos estaremos preparando para poder mirar un cuadro en el que el objeto representado no esté tan a la vista como en un paisaje o, simplemente, en el que no exista objeto alguno, sino sólamente el cuadro. A fin de cuentas, la abstracción es algo parecido a esto. Volviendo a la música: podemos dejar que la música nos ponga la piel de gallina, lo cual está muy bien. Pero sin olvidar que el compositor usó una serie de herramientas, de ingredientes, que están a nuestra disposición para proporcionarnos un disfrute más profundo, si aprendemos a intuir siquiera su aparición en la obra escuchada. Aplicad esto, si sois artistas, a vuestra obra. Nadie os podrá decir que le gusta esto o lo otro simplemente porque es bonito si tenéis argumentos más profundos que sostengan vuestro trabajo. Por mi parte, no me gusta sólo hacer cosas bonitas. Esas ya están hechas por la propia naturaleza. Hay gatitos, hay árboles y nubes. Nunca podré componer una fuga, pero me conformo con que en alguno de mis dibujos exista una pequeña reflexión.
Don’t Dilly Dally (My Old Man)
Don’t Dilly Dally (versión cantada por Miss Peggy, Muppet’s Show) (My Old Man)
(Charles Collins and Fred W. Leigh)
We had to move away, ‘cos the rent we couldn’t pay,
The moving van came round just after dark;
There was me and my old man, shoving things inside the van,
Which we’d often done before let me remark.
We packed all that could be packed in the van and that’s a fact;
And we got inside all we could get inside,
Then we packed all we could pack on the tailboard at the back,
Till there wasn’t any room for me to ride.
cho: My old man said, «Follow the van, don’t dilly dally on the way!»
Off went the cart with the home packed in it,
I walked behind with me old cock linnet.
But I dillied and dallied, dallied and dillied,
Lost the van and don’t know where to roam.
Variation: I stopped on the way to have the old half-quartern,
And I can’t find my way home.
I gave a helping hand with the marble wash-handstand,
And straight, we wasn’t getting on so bad;
All at once the carman bloke had an accident and broke,
Well, the nicest bit of china that we had.
You’ll understand of course, I was cross about the loss,
Same as any other human woman would;
But I soon got over that, what with ‘two-out’ and a chat,
‘Cos it’s little things like that what does you good.
Chorus:
Variation: Now who’s going to put up the old iron bedstead
If I can’t find my way home?
Oh! I’m in such a mess – I don’t know the new address –
Don’t even know the blessed neighbourhood,
And I feel as if I might have to stay out all the night,
And that ain’t going to do me any good.
I don’t make no complaint, but I’m coming over faint,
What I want now is a good substantial feed,
And I sort o’ kind o’ feel, if I don’t soon have a meal,
I shall have to rob the linnet of his seed.
Chorus:
Variation: You can’t trust the specials like the old-time coppers
When you can’t find your way home.
«Dicen que su cabeza fue metiéndose entre sus hombros y, así, pasó varias semanas hasta que murió».