Acuerdo escrito que, una vez firmado -si esto llega a ocurrir-, suele introducirse en el tracto de uno mismo, con todos los problemas digestivos que esto puede acarrear.
El otro día vi un documental, creo que era en la sexta, que especulaba sobre la existencia de vida extraterrestre y sobre la posibilidad de que esos extraterrestres, de nivel 3 en el desarrollo de su civilización, nos hubieran visitado. Por mi parte, coincido con Carl Sagan en su argumento de que siendo el universo tan grande, sería una pena desaprovecharlo. Pero, si trasladamos este argumento a nuestro propio planeta, más en concreto a nuestro país, podemos comprobar que realmente sí existen grandes espacios vacíos. La población tiende a concentrarse en media docena de ciudades y, el resto del territorio sufre una despoblación similar al de nuestro sistema solar. Construímos edificios cada vez más verticales y carreteras que nos llevan a la siguiente megalópolis. Así que, tal vez, a pesar del casi infinito espacio interestelar, las posibles civilizaciones se concentren en media docena de sistemas planetarios, con lo cual éstas nos verían como una pequeña localidad insignificante comparada con sus capitales y nuestras posibilidades de ser visitados se reducirían considerablemente. Por mi parte, reconozco que no he visitado ni el 0,1% de los pueblos de España. A lo mejor soy extraterrestre. Os puedo asegurar que vengo en son de paz, de momento.
El payaso, una vez terminada su actuación en la que el número estrella era un pequeño pez amphiprion ocellaris«, se detuvo en la penumbra de un rincón de la carpa y, con gesto frío, lo cogió con la mano hábil en el trabajo de atrapar un animal tan resbaladizo. Se incorporó y alzando el brazo, lo sostuvo observando como intentaba escapar aleteando y boqueando, hasta su último suspiro. Después, lo arrojó a la arena y lo enterró descuidadamente con su zapatón. «Lo siento pez» -murmuró – «me estabas sacando de foco».
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.
(Pablo Neruda, Veinte Poemas de amor y una canción desesperada)
«¿Dónde esconderá el sabio una hoja? En el bosque. Y si no hay bosque, fabricará uno. Y si se trata de esconder una hoja marchita, fabricará un bosque marchito.»
(Gilbert Keith Chesterton)
Acabo de releer Elektra Asesina y no se me ocurre mejor homenaje a esta gran obra del Cómic que una pequeña ilustración sobre esta mercenaria. ¿Quién dijo que en los tebeos de superhéroes no había grandes relatos? De verdad, recomiendo tanto el dibujo del genial Bill Sienkiewicz, como el guión de Frank Miller. Por si alguien reconoce al inconfundible Sienkiewitcz, mi dibujo es el de abajo.
«¿No sientes, cuando te has callado algo que deberías haber dicho, como si tuvieras el estómago lleno de peces que nadan en círculos dentro de una pecera?»