EL PINGÜINO DE TOMÁS
El pingüino de Tomás vive en el piso que su familia tiene en el centro de la ciudad. Hace un año, lo adoptaron y se lo enviaron a casa en un barco. Hace tiempo que la gente adopta pingüinos. Desde que el hielo del Polo Ártico y de la Antártida se fundieron y los animales de esos sitios tan frios se quedaron sin casa. La familia de Pedro, el mejor amigo del barrio de Tomás, tienen dos pingüinos. Y la familia de Maura, la novia de Tomás que no sabe que lo es, tiene un pigüino y un frailecillo. Los frailecillos son pájaros. Tienen un pico muy gracioso y lo que más les gusta para comer es el pescado. A los pingüinos también les gusta el pescado, pero como en el mercado hay poco y está tan caro, casi todo el mundo da a sus animales polares adoptados barritas de carne de cangrejo. El pingüino de Tomás duerme en una caja de helados vacía. Todas las mañanas, Tomás abre la puerta de la nevera para que su pingüino tome el fresco y no se olvide del aire congelado de su tierra natal. Tomás juega un rato a imitar la forma de andar de los pingüinos. Luego se va a hacer los deberes. En el mapa del libro del cole, han cambiado el hielo de los polos por agua. Hay nuevos nombres para nuevos mares y algunos países, dice su padre, ya no están porque el mar se los tragó. Muchas veces, Tomás le dice a mamá «Esta casa es pequeña para el pingüino», porque el pingüino de Tomás se desliza a veces por el parquet del pasillo. Es muy rápido y llega enseguida de un extremo a otro de la casa. Y, además, a veces se golpea el pico con el rodapié o con las puertas y chilla, como si se asustara. Tomás le abraza y le consuela. Pero a veces el pingüino parece tener la cabeza en otra parte. En otro lugar más frío y no tan céntrico.
Jo, qué cuento más triste. 🙁
Me encanto el cuento! Pero es tan triste… me puse un abrigo mientras lo leía, me dio frío.
🙂