EL TRAVIESO GATO DE EUCLIDES

Foto: Mark Robson

La Mari, gritando: «¡Juan! ¡Vente para casa que se enfrían los boquerones!»
La Mari, pensando: Este hombre, cuando juega la partida de dominó, parece que está como en otra galaxia.
(Gracias a George Lucas y a su saga Star Wars)
A punto de llegar a 5.000 visitantes, quiero obsequiar a las tres primeras personas que hagan comentarios a esta entrada con una chapa ilustrada como las que podéis ver en la imagen. Los gastos de envío corren por mi cuenta, al igual que la chapa y el dibujo. Ánimo, seguid «dillydalleando».

¡Cerrado libro mío,
cielo estrellado de la siesta!
¡Libro mío entreabierto,
cielo estrellado de la noche!
¡Abierto libro mío,
cielo estrellado de la noche!
¿Dónde está la palabra, corazón,
que embellezca de amor el mundo feo;
que le dé para siempre -y sólo ya-
fortaleza de niño
y defensa de rosa?

Mari dice hola, siempre que se prensenta la ocasión de saludar a alguien. Si entra en la panadería, antes de pedir magdalenas o una barra de pan, dice «hola» al panadero. Si entra en casa de sus abuelos, antes de que le den un abrazo y un pellizco en el carrillo, dice «hola». Si en el parque ve al jardinero cortando el cesped con el cortacesped a motor que hace tanto ruido, cuando llega a su altura grita «hola» para que pueda oirla. Si tiene que ir al centro y coge el metro, después de que las puertas se cierran y suena el silbato que indica que el tren va a salir, dice hola al resto de viajeros. Cuando, en verano, pide un cucurucho de helado al señor del puesto de helados, le dice «hola» antes de decir de qué sabor lo quiere. Y, normalmente, suele pedirlo de sabor pistacho y busca en la bandejita de cucharillas su color favorito, que es el lila, que pega perfectamente con el color verde del helado de pistacho.
