
Hoy tengo el día de las recomendaciones. Antes de irme a una de esas comidas de navidad que acumulamos los españoles, ahí va otra web de un artista-ilustrador londinense cuyo trabajo me parece muy interesante: Jean Jullien
Bueno, la entrada anterior me llevó a hablar de la pantera rosa y, como no, me he ido a buscar los títulos de crédito de la película de Blake Edwards, que he «re-disfrutado», como espero que lo hagáis vosotros.

Adrian Johnson es un ilustrador británico, con un cierto estilo «retro» (algún dibujo me ha recordado al genial Fritz Freleng creador, entre otros personajes de la Pantera Rosa y del inspector Clouseau -interpretado en el cine por el inolvidable Peter Sellers) ¡Ops! Mi memoria me ha jugado una mala pasada y me he desviado del tema central de esta entrada. Si no le conocéis, entrad en la web de Adrian Johnson. Es genial (como la pantera rosa).

«Dios no juega a los dados con el universo»
Albert Einstein
-Y, digo yo, ¿qué pinta Dios en todo esto?

La Mari: Felicidades. Aunque este año 2009 que entra, las campanadas en lugar de dar los cuartos, nos los van a quitar. Y es lo que dice mi Floren de las «estocostión» y todas esas palabrejas que se traen los de la bolsa: «no pueden traer nada bueno porque suenan fatal». Hale, a beber y no dejéis los culines de la sidra, que hay que ahorrar y, además, es donde está la sustancia.

Érase una vez, un hombre que, donde debía estar el corazón, tenía una ensaimada. Carente de emociones, aprendió el arte de aparentar ser una persona dulce y amable, aunque más bien resultaba artificial, fingido y emapalagoso una vez se le conocía. Por contra, en las relaciones de pareja era sumamente absorbente y sus noviazgos duraban poco. Creía ser el centro del mundo, cuando ese centro, si lo hubiera, parecía estar muy alejado de él. Un día, cansado de sí mismo y de su aparente encanto que no le conducía a nada, tiró de sí mismo, del centro de su pecho, sacándose a pedazos aquel producto de repostería que tantos desengaños le había traído a su vida. Cada esponjoso jirón que arrancaba, le producía un tremendo dolor, que soportaba apretando los dientes y maldiciendo el día en que nació privado del órgano más preciado de todos, el que permite amar y vivir al mismo tiempo, aunque ambas cosas parezcan, tantas veces, opuestas.

Carnicero: ¿Algo más, además del 1/4 de kilo de chuletas de lechal?
La Mari: Pues sí. Me va a poner la etiqueta. De recuerdo, hombre.
