
Buscando unos dibujos que, haciendo memoria, me podrían servir para un proyecto, he encontrado esta pequeña ilustración de cuando Sevein estaba embarazada de Darío. No buscaba el parecido con ella, sino representar un lazo entre la madre y el hijo que dicen que se forma durante la gestación y que, una vez se establece, no se rompe nunca. Hay explicaciones médicas a éste fenómeno que asocian a la oxitocina con el apego de la madre respecto del hijo y seguramente son ciertas, pero yo me quedo con la definición de K. Gibran: «Madre: la palabra más bella pronunciada por el ser humano» y la preciosa frase de L. Tolstoi: «El niño reconoce a la madre por la sonrisa», mucho menos científicas, pero, para mí, descubrimientos igualmente maravillosos.

«Pensar las cosas está bien, siempre que ello no te provoque jaqueca por no ponerlas nunca en práctica. Yo lo pienso todo como como en los 70′, cuando yo aparecía como un tipo anaranjado por el revelado de las fotos: es decir, más bien poco. Y la mayoría de las veces, el color ganador no es ese».

«Dale un matamoscas a un tonto y lo usará aunque no haya moscas a las que sacudir».

-Me pregunto si el mundo, más que girar sobre su eje, rueda como una pelota.

La nochevieja del 73, Pilar y Raul se acostaron en habitaciones separadas. Juntos, habían comprendido que ya no era posible dormir en la misma cama, tener la misma llave o compartir el mismo pijama. Hasta el año anterior, sí. Pero ahora no sentían lo mismo, ni les apetecían las mismas cosas. Raul gustó de merendar tortitas con nata aunque odiaba la nata, sólo porque le encantaba ver un hilillo de caramelo que, casi siempre ocurría así, se deslizaba lentamente por la comisura de la boca de Pilar hasta que ella lo lamía con su lengua, como una niña. Ella, por su parte, consentía en ir con los amigos de facultad de Raul y, aunque las conversaciones de aquellas reuniones siempre le parecieron pueriles, le encantaba escuchar la risa despreocupada de su compañero: si de una cosa se enamoró primero, fue de su voz. Pero un día, sin darse cuenta, sus bocas cambiaron, se apretaron los labios, como queriendo ocultar que su tiempo juntos, estaba acabando. Ninguno de los dos se atrevío a dejar escapar esa verdad y, sin más, dejaron de hablarse. Quién sabe si, de haberlo hecho alguno, hubieran redescubierto la sonrisa que les enamoró una vez. Al entrar en sus habitaciones, aquella nochevieja, de espaldas al otro, ambos entreabieron tímidamente sus bocas, pero no pudieron verlo y cerraron las puertas para siempre.
The New Year’s Eve of 1973, and Raul Pilar slept in separate rooms. Together, they understood that it was not possible to sleep in the same bed, the same key or share the same pajamas. Until last year, yes. But not now feel the same, or they wanted the same things. Raul enjoyed pancakes with cream tea cream but hated just because they loved to see a trickle of sweet that almost always the case, they glided slowly through the commissure of the mouth of Pilar until she licked with his tongue, as a girl. She, in turn, consented to go with the friends of power to Raul, and even talks of meetings he always seemed puerile, loved to hear the laughter of his blithe: if a thing is first love was his voice. But one day, without realizing it, they changed their mouths were pressed lips as if to hide their time together was ending. Neither dared to let go of this truth, and simply stopped talking. Who knows whether, if any, have rediscovered their love smile once. Upon entering the rooms, that New Year’s Eve, back to the other, timidly opened both their mouths, but they could not see it and closed the door forever.
