BOBO: -We drink to forget and to be somebody some day, huh, Charlie?
CHARLIE: -Always, always, Bobo.
BOBO: -Bebemos para olvidar y para ser alguien algún día, ¿verdad, Charlie?
CHARLIE: -Siempre, siempre, Bobo.
Paranoid in the air is a comic that was already published in 6dilly4dally in separate posts, now I’ve assembled in a single gallery for better enjoyment of reading. So, make clic in the first image and prepare yourself for the 40 remaining. I hope you enjoy it.
Cogemos un carrito para nuestras mochilas y vamos hacia la salida, donde nos espera nuestro coche. Aterrizar en un aeropuerto extranjero por la noche produce la extraña sensación de estar cometiendo algún tipo de delito, pero que a nadie parece importarle porque estás en ninguna parte. Afortunadamente, ese extrañamiento se difumina si un hipocondriaco como yo, viaja acompañado.
La India es un país dentro de un continente. En las pantallas de salidas y llegadas, vemos muchos nombres que, como visitantes extraños, nos resultan sugerentes. No veremos ni una décima parte de India, pero desde un primer momento tenemos la sensación de esa pequeña fracción de territorio nos nos desbordará. Antes de cargar con nuestras mochilas, tenemos que cambiar euros por rupias, así que nos sumergimos en la marea de gente: mujeres vestidas con saris de mil colores y hombres tocados con turbantes.
Después de casi 10 horas de viaje, al bajar de un avión uno se siente desorientado. A esto debemos añadir la excitación por el primer contacto físico con la India, aún en un entorno tan internacional y/o artificial como es un aeropuerto. Siempre me parece que todo el mundo sabe exactamente a donde tiene que ir, excepto yo. Tan pronto como la sangre vuelve a circular normalmente por nuestras piernas, nos acercamos a la cinta transportadora que, si todo va bien, escupirá nuestro equipaje en unos minutos.
Nuestro avión aterriza en el Indira Gandhi Airport. Es de noche en Nueva Delhi, se ve muy poco a través de las ventanas pero ya nos parece estar respirando los efluvios de las especias. Nuestro vecino de asiento se despide de nosotros, uniendo las palmas e inclinando ligeramente la cabeza y diciendo «Namaste». Un saludo que oiremos mucho durante el viaje.
La gente en la India se te queda mirando fijamente, sin ningún disimulo. Uno piensa que está visitando un país exótico, pero en esos momentos se tiene la sensación de que lo único exótico eres tú mismo y que estás ahí para ser visitado por los ojos de todos.
Poco antes de aterrizar en el aeropuerto Indira Gandhi, sobrevolamos una guirnalda zigzagueante de brillantes luces que agujerean la noche. Unimos mentalmente los puntos tratando de encontrar una forma familiar, imaginando algún mensaje de bienvenida, como si India nos estuviera esperando allá abajo.
Noviembre de 2005. Nieves y yo volamos a Delhi vía Milán. El vuelo es de ocho horas. Tenemos tele con varias películas, videojuegos y música para el perfecto aburrimiento. Nuestro viaje coincide con la fiesta de Diwali, que es lo más parecido a la Navidad occidental. Es el festival de la luz, que celebra el regreso de Rama, la séptima encarnación de Vishnu, de la selva. Son cinco días de fiesta, en los que hay fuegos artificiales, comida y desfiles en las calles. Muchas de las personas que viajan en el avión son hindúes que vuelven a casa para participar en estas celebraciones, compartir ritos y reafirmar su fe de manera colectiva. Al lado de Nieves viaja un hindú que trabaja en una empresa informática londinense. Lleva una agenda electrónica. Cuando nos quedan un par de horas para llegar a Delhi, nos enseña la imagen que tiene como fondo de pantalla. «Es mi gurú«- Nos dice. Él va a Delhi a celebrar Diwali y a encontrarse con su maestro. Nos pregunta si tenemos un sacerdote y -«¿Cuál es vuestra religión?» Cuando le contestamos que ninguna se queda muy asombrado. Nos da la impresión de que no puede concebir que alguien no tenga algún dios. Parece que es una respuesta inconveniente que excita la ya de por sí intensa curiosidad de los habitantes de India. Él intenta convencernos de que es necesario tener fe, cuando para nosotros, la fe ha dejado de ser una necesidad.